Me equivoqué contigo al insistir en desnudarme para ti tantas veces cuando ya te habías vestido y me habías dado la espalda. Mi error fue insistir en ello cuando ya te habías parado y te habías acostado en otras camas; ya no estabas y no quedaba nada de vos en mi habitación más que fantasmas. Ese, mi peor error, fue insistir en desnudarme frente a tus fantasmas, creyendo que me escuchabas, cuando realmente solo estábamos yo y la nada.