Qué duro resulta acostumbrarse a alguien; a su risa, sus caricias, sus brazos, su forma de ser y la forma en la que te trata, sus malos chistes y a su pésimo gusto musical. Porque llega un día en que te toca acariciarte la piel y comprobar la ausencia de sus dedos. Y cómo el tiempo borra sus huellas dactilares.